viernes, 3 de agosto de 2007

OBSCENIDADES


Para quien no la conozca, esa es la playa de Benítez, en Ceuta. La carretera que se ve tras ella es la que conduce hacia Benzú, un núcleo urbano que limita con el paso fronterizo de Belliones. A medio camino se encuentra el CETI, centro de acogida de inmigrantes que en estos momentos está al límite de su capacidad. Por esa carretera corro yo algunos días tras llegar de la playa. Sobre esa misma hora salen ellos tras su "cena" para un paseo anterior a la llegada nocturna de morfeo. Paso por su lado y siento que el trivial acto de hacer deporte a sus ojos se convierte en un acto de obscenidad, de absurda alegoría de la crueldad de un mundo dividido en tres, un primero egoísta, un segundo acomplejado y un tercero encerrado en sus propios miedos y miserias. Siento que sus miradas atraviesan toda la moral occidental cuando me doy cuenta de los motivos que nos llevan a encontrarnos en espacio y en tiempo, la cruel paradoja, el alimento. Porque tengo la desfachatez de, ante sus caras, mostrarles como hago un burdo esfuerzo por acabar con los kilos de más por los que ellos y ellas han cruzado desiertos, arriesgados sus vidas en denigrantes e inhumanos trozos de madera flotantes o desgarrado pieles en los alambres de vallas fronterizas.

La inmigración en la actualidad no es un problema único de los países desarrollados, atañe a la totalidad del globo. Es injusto decir que somos los principales afectados por estas masivas llegadas de personas puesto que los primeros damnificados son los y las que deben abandonar tierra y familia vendiéndose al mejor postor por un trozo del pastel del sueño que prometen pantallas de ilusiones cuando lanzan pequeñas bombas propagandísticas de un mundo mejor. Son entendibles las voces que comentan que este fenómeno ha de ser controlado puesto que bien cierto es que la existencia de mafias que comercien con hombres, mujeres, niños y niñas es una nueva esclavitud soterrada trescientos años a posteriori de la Revolución por los derechos humanos.

La ciudadanía y sus políticos libremente elegidos han de saber enfrentarse a ayudar a esa África ( no quiero olvidar por ello a los "otros" tercermundistas ) herida que agoniza ante nuestros ojos en la búsqueda de esa cuerda que les rescate del pozo en el que entre todos les metimos. Mientras tanto paro los y las que llegan las políticas de INCLUSIÓN ( en un sentido mucho más amplio que una mera integración ) que hagan de la convivencia algo enriquecedor y permitan que todos nos sumemos a esa fiesta de culturas que siempre ha sido Europa no pueden ser sino firmes, completas y comprometidas. Hay que ser responsables y evitar en lo posible esos mensajes confusos que intentan sembrar la semilla del racismo y la xenofobia con fáciles e igualmente falsos y peligrosos marcos que relacionan de forma directa y sin pudor estos procesos migratorios con la delincuencia y la pérdida de trabajo por parte de la población autóctona.

Por tanto, la inmigración forzada actual ( puesto que solo un pequeño porcentaje no está motivada por razones de fuerza mayor) debe ser algo transitorio que nos sirva para componer este collage de colores y crecer cualitativamente como sociedad mientras los países de los cuales hoy día se huye vuelvan a ser para sus paisanos tierra de oportunidades.

El siglo XXI no puede permitirse como hizo su padre girar la cara a este problema y dejar que dos tercios de la población se consuma ante la atenta mirada de un occidente excesivamente pasivo.


Foto obtenida de http://motril.acoge.org

ABSTRACCION

Tras esa timorata expresión de nada
rompes lo que uno
de este puzzle insaciable y pedigüeño.

Huyo de estos ritos incomprensibles.

Calle abajo.
Guarda ahora que los ladrones
sin Lorenzo sobre los hombros
no roban si no aparatos de aire acondicionado.

Escapa de las tortuosas vías sin posibilidad de fuga ni punto.

Ríamos mientras el color se difumina
al caminar de la noche
mezclado con el sonido de coches roncos
por lo extravagante del momento.

Se me hace inevitable desear que amanezca.